lunes, 25 de octubre de 2010

Plácido domingo

Ayer domingo tocó día de excursión con mi hijo para explorar un sitio desconocido para los dos, pero recomendado por uno de sus profesores con el fin de estudiar la variedad de flora de los alrededores, el pantano o embalse de Pálmaces en Guadalajara.
No madrugamos demasiado, nos pusimos de camino a eso de las 9,30, me confundí de salida en la M30 y hubo que dar un poco más de vuelta. “No te preocupes, papá, tenemos todo el día” me dijo mi hijo, y llevaba razón
Dos horas después aparcamos el coche y salimos con nuestras mochilas al hombro y nuestros bastones en las manos, dispuestos a explorar el territorio desconocido. Un paisano, muy amable él, nos preguntó que si íbamos de paseo. A mi respuesta afirmativa le añadí la pregunta de si el pantano era muy grande pues queríamos llegar hasta la orilla opuesta donde se apreciaba mucha más vegetación. Se ofreció a enseñarnos un camino por donde nos acercaríamos mucho más a la cola del pantano y seguimos su coche. En el punto en donde nos indicó por donde continuar, no pudo resistir el preguntarnos si buscábamos ágatas. Debió de quedárseme una cara de lelo ante su pregunta, que trató de buscar otro ejemplo para que le entendiera: “sí, ópalos”; se refiere a piedras preciosas, dijo mi hijo, a lo que respondí que no, que solo queríamos ver los árboles que crecían por allí. No sé si estaba bromeando con la pregunta o es que es cierto que se encuentran  estas piedras por la zona.
Y el resto del día transcurrió con mi hijo subiendo por las laderas, escudriñando la vegetación, recogiendo con mucho mimo plantones pequeños de romero, envolviéndolos en plástico para que no perdieran demasiada humedad, caminando por zonas embarradas, cruzando un arroyo por encima de unas piedras estratégicamente colocadas. Recoger trozos de troncos resecos por el sol, trabajados por el sol. Ver viejas colmenas abandonadas, caminar entre los pinos, resbalar en alguna ocasión y tratar de no perder el equilibrio por las laderas. Comer unos bocadillos, escuchar el inmenso silencio, en definitiva gozar de un plácido domingo junto a mi hijo. Aunque cansado, feliz de estar junto a él y verle disfrutar con aquello que le gusta tanto: las plantas.

1 comentario:

  1. Bonito y lejano recuerdo.
    Soy indulgente y te perdono la vida, publicación.

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