domingo, 28 de noviembre de 2010

El barrio chino.

Creo que ya he dado bastantes muestras en post anteriores de que me gustan los ambientes sórdidos. He frecuentado los que he podido y aún hoy frecuento alguno, y en casi todos ellos me siento cómodo.

Esta mañana dejando atrás un paseo por el rastro madrileño, vi un cartel en el teatro La Latina que anunciaba la obra “la vida por delante”, interpretada por Concha Velasco. En él aparecía una enorme figura de la actriz, sentada, y ya mayor, sesentona, extremadamente maquillada, vestida con una combinación de escote generoso que dejaba ver el arranque de los pechos, el brazo izquierdo cruzado sobre su vientre , la mano apoyada en el otro brazo y la derecha tocando la pierna del mismo lado.

Me hizo recordar cuando , con 22 años, después de aprobar la oposición y los cuatro meses de prácticas, fui destinado  a Valencia, en donde viví un año antes de lograr volver a mi querido Madrid, me hice visitante asiduo, siempre que tenía la menor oportunidad, del barrio chino.

Éste lo formaban unas pocas calles del centro histórico de la ciudad. En ellas se mezclaban putas que se ofrecían públicamente a las puertas de las "mancebías", con amas de casa del barrio que iban o venían de sus quehaceres diarios, niños que iban al colegio y  hombres que paseábamos por sus calles escrutando la mercancía carnal que se ofrecía a la vista.

El sexo seguro de  hoy en día, en el año 1978 sonaba a chino y más en ese barrio. Las empresas fabricantes de condones todavía no habían dado el gran pelotazo con la llegada del sida. A pesar de eso recuerdo una tiendita, dentro del barrio, que se dedicaba a vender gomas profilácticas, nunca vi una igual en Madrid y me sorprendió tanto que no pude resistir el entrar y dar un vistazo dentro y comprar una cajita con no más de 4 condones, la primera vez que la descubrí.

Recuerdo que durante un tiempo me hice cliente asiduo de una puta de la que no recuerdo el nombre pero sí que tenía una cicatriz que le llegaba desde abajo del ombligo hasta poco antes del nacimiento del vello púbico, fruto de una cesárea. Me gustaba follar con ella. Curiosamente un día me la crucé una calle más debajo de donde vivía yo. Nos reconocimos, cruzamos solamente nuestras miradas, y no nos dijimos ni media palabra. La siguiente vez que contraté sus servicios me dijo que vivía en mi mismo barrio y me pedía por favor que fuera muy discreto con ella cuando nos viéramos por allí. Se lo prometí y cumplí tan bien con ella que me limité a solo a decirle hola cuando coincidímos alguna vez por nuestras calles. Me gustaba posar la punta de la lengua en su ombligo y deslizarla cicatriz abajo alcanzando su fin y prolongar el rastro de saliva hasta lograr abrir los labios de su coño.

En el barrio chino había zonas diferenciadas con distintas clases de putas. Las más atractivas y jóvenes en la zona central y las más viejas en una calle periférica. Alguna vez me interné por ella y vi algunas que ya habían alcanzado bien los sesenta años. Tenían el mismo aspecto de la Concha Velasco que ví esta mañana en el cartel del teatro. Un par de veces me fui con alguna de ellas, y disfruté acariciando pieles ya nada turgentes en un cuartucho  inmundo donde un gran trozó de aislante de corcho blanco, haciendo las veces de puerta, lo separaba de la sala en que la dueña de la casa cobraba el alquiler de la habitación y hacía punto viendo la televisión mientras la meretriz se ocupaba con el cliente de turno.., mismamente yo.